El tratamiento de los aneurismas intracraneanos y su síndrome clínico más frecuente, la hemorragia subaracnoídea, ha sido uno de los grandes desafíos de la neurología y de la neurocirugía, y sus resultados han estado ligados al desarrollo de tecnologías cada vez más sofisticadas, tanto diagnósticas como terapéuticas.
Los adelantos en la angiografía cerebral, las técnicas anestesiológicas modernas y el desarrollo de la microneurocirugía, hicieron del uso del clip en el cuello del aneurisma el modo habitual de tratamiento. El perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas de base del cráneo hicieron posible que los aneurismas carotídeos intracavernosos e intrapetrosos pudieran ser abordados. Los avances en tomografía computada (TC) y resonancia magnética (RM) permitieron que muchos pacientes con aneurismas detectados incidentalmente pudieran ser tratados en situación presintomática. A pesar de todos estos progresos, su tratamiento aún se mantiene difícil, costoso, con pronóstico incierto y con cifras de morbimortalidad extremadamente altas.
Junto con los avances técnicos mencionados, la medicina ha incorporado una variedad de técnicas nuevas conocidas como terapias mínimamente invasivas. En el caso de los aneurismas intracraneanos su tratamiento utilizando técnicas endovasculares, ha tenido un acelerado desarrollo en las últimas décadas.
Esto se debe fundamentalmente a los avances en el diseño de equipos angiográficos con sustracción digital de alta resolución, al perfeccionamiento en la tecnología para la fabricación de microcatéteres y microguías y a la permanente innovación en los sistemas de prótesis endovasculares oclusivas. Entre estas últimas se encuentran los microbalones inflables y desprendibles y los microespirales de hilos metálicos trombogénicos comúnmente denominados «coils», y recientemente materiales líquidos polimerizantes